“Ahora vas a querer vivir en Ginebra o, por lo menos, en verano”. Esta frase que tanto me dijo mi amigo Jerome cuando lo visité este verano, se me quedó grabada y, aunque parece irreal, tiene razón.
Aún y cuando la temperatura en Ginebra era de casi 30 grados, la oficina de Jerome tenía una sensación agradable y fresca. Me sorprendí cuando, tras mucho buscar, no pude encontrar el sistema de aire acondicionado. Así que inocentemente pregunté por él y Jerome se murió de risa mientras señalaba al lago desde la ventana y me dijo: “Ese es nuestro sistema de aire acondicionado”.
Si alguna vez has tenido la gran suerte de visitar Ginebra, te habrás dado cuenta de que el agua es la protagonista más importante de las atracciones turísticas de la ciudad. Como es el famoso lago Leman, el lago más grande de los Alpes y de la Europa Occidental. O el Jet d’Eau, también conocido como el chorro de Ginebra, un chorro de agua que sale disparado sobre el lago de la ciudad a 200 kilómetros por hora alcanzando los 140 metros de altura.
Pero, en Ginebra, el agua no es solo el centro de importantes atracciones de la ciudad, también es el punto de partida de los grandes compromisos para lograr una transición energética.
Es el caso de la red hidrotermal GeniLac, una red que ofrece a la ciudad una solución 100 por ciento renovable que utiliza el agua del lago para calentar y enfriar los edificios en el centro de la ciudad de Ginebra, los edificios de las organizaciones internacionales y varios comercios de la misma.
Esta alternativa permitirá a los ginebrinos prescindir de aires acondicionados, ventiladores y productos similares. Tanto es así que en las nuevas construcciones ya no se permite su instalación. ¡Se acabaron los sustos en la factura de la luz!
Pero, ¿cómo funciona este sistema? Explicado de una manera sencilla y sin tecnicismos de ingeniería sería así. Para empezar, se recoge agua de este famoso lago a 45 metros de profundidad y a una temperatura de 7 grados. Esta se transporta desde una estación de bombeo a un intercambiador y, por último, para conseguir enfriar estos edificios, el agua llega a ellos mediante unas tuberías subterráneas que lo conectan. En el caso de querer calentar el edificio, el mecanismo será el mismo a excepción de que el agua pasará por una bomba de calor.
De esta manera se reduce en un 80 por ciento el consumo de electricidad. Se prevé que en 2035 este sistema permitirá reducir las emisiones de CO2 en 70 mil toneladas y limitar la dependencia del petróleo que alimenta las calderas de gasoil.
Sin embargo, aún nos queda mucho camino por recorrer. El calentamiento global es una amenaza real y presente en todo el mundo. Sin irnos tan lejos, mi país natal México es uno de los países más vulnerables ante el cambio climático.
Pienso en los más de 70 lagos que tenemos en nuestro país y me pregunto: ¿cómo podremos utilizar el conocimiento y la experiencia de Ginebra para implementarlo en pequeñas y grandes ciudades? ¿Tendremos algún día la valentía de pensar en soluciones imaginativas como las que menciono mi amigo Jerome?
¡El momento para actuar es ahora!