Conocida más por sus atascos de tráfico que por sus soluciones de transporte sostenible, Bruselas, Bélgica, a menudo ha sido contrastada desfavorablemente con sus contrapartes del norte de Europa, más amigables con las bicicletas y orientadas al transporte público. La capital belga, que alberga a 1.2 millones de personas, solía ser famosa por sus congestionadas carreteras. Un estudio de Inrix en 2014 la nombró una de las ciudades más congestionadas de Europa y América del Norte, con los conductores pasando asombrosas 83 horas al año en el tráfico.
Sin embargo, el panorama de transporte en Bruselas está experimentando una rápida transformación. La red de transporte de la ciudad ha cambiado drásticamente hacia bicicletas, transporte público y movimiento peatonal. El ciclismo para los viajeros diarios se ha triplicado en solo cuatro años y el uso del transporte público ha vuelto a los niveles previos a la pandemia. En 2017, los automóviles representaban el 64 por ciento de las millas recorridas dentro de la ciudad, pero, para 2021, esta cifra cayó por debajo del 50 por ciento. Además, se ha establecido una zona peatonal masiva en el centro de la ciudad.
Esta transformación dramática muestra que es posible sacudir los cimientos de una dependencia arraigada en los automóviles. Si la congestionada capital de Bruselas puede metamorfosearse en una generación, no hay razón por la cual las ciudades estadounidenses no puedan replicar este éxito.
El romance de Bélgica con el automóvil
Las raíces de la mentalidad centrada en el automóvil de Bélgica son profundas. Bélgica fue una vez un centro de fabricación de automóviles, con gigantes automotrices como Chevrolet y Ford estableciendo fábricas en la ciudad ya en las décadas de 1920 y 1930. Influenciada por la floreciente industria automotriz, Bélgica imaginó una utopía centrada en el automóvil, reflejada en la Feria Mundial de 1958 celebrada en el Atomium de Bruselas.
Las políticas gubernamentales de Bélgica fomentaron la propiedad de automóviles al ofrecer beneficios fiscales para vehículos proporcionados por empresas. Se incentivó a las personas a ser dueñas de automóviles, afianzando aún más la creencia en los automóviles como símbolos de libertad. La era de posguerra vio a Bruselas transformarse en una de las capitales más amigables con los automóviles de Europa, siguiendo tendencias vistas al otro lado del Atlántico. Bruselas vio la introducción de autopistas y edificios de gran altura, a menudo a expensas de su arquitectura histórica.
Un cambio hacia la movilidad sostenible
Los esfuerzos para cambiar los hábitos de transporte de la ciudad comenzaron en serio en 2004, cuando Pascal Smet se convirtió en el ministro de movilidad de Bruselas. Enfrentando oposición, el ministro persiguió planes para introducir carriles para bicicletas y transformar estacionamientos en espacios públicos.
Te recomendamos: What Can American Cities Learn from Brussels’ Transportation Transformation?
El activismo público también desempeñó un papel crítico en la defensa de zonas libres de automóviles. A pesar de estos esfuerzos, la transición lejos de la planificación centrada en el automóvil fue lenta y constante. El plan estratégico de la ciudad en 2010 tenía como objetivo crear una ciudad menos dependiente de los automóviles, pero no logró el cambio deseado.
El cambio hacia el transporte sostenible ganó impulso con iniciativas lideradas por residentes, como ‘picnics en la calle’ en 2012 y una campaña de Greenpeace en 2017 que destacó los altos niveles de contaminación del aire fuera de las escuelas belgas.
Catalizadores de la transformación del transporte en Bruselas
La transformación del transporte en Bruselas ganó impulso debido a tres eventos inesperados. Primero, un ataque terrorista en un tren en 2016 llevó a que muchos residentes eligieran bicicletas en lugar de transporte público debido a preocupaciones de seguridad. En segundo lugar, el panorama político cambió con el auge del Partido Verde en las elecciones locales y regionales de 2018 y 2019. El tercer evento fue la pandemia global de COVID que llevó al confinamiento de Bruselas, lo que permitió la rápida implementación de estrategias de movilidad sostenible.
En 2020, Bruselas introdujo el plan ‘Good Move’, que estableció vecindarios de bajo tráfico y reutilizó calles para reducir el número de automóviles. El confinamiento por la pandemia se utilizó como una oportunidad para acelerar la construcción de carriles para bicicletas y limitar la velocidad general de la ciudad a 30 kilómetros por hora.
Además, el Centro Histórico de Bruselas, conocido como el Pentágono, experimentó una reducción en el tráfico de automóviles a través de una serie de estrategias que incluyeron conversiones de calles, bolardos flexibles, cámaras automáticas de multas y una infraestructura sólida.
¿Qué pueden aprender otras ciudades de Bruselas?
La transformación de Bruselas de una ciudad centrada en el automóvil a un centro multimodal ofrece varias lecciones para otras ciudades que buscan lograr la movilidad sostenible. Estos pasos incluyen una planificación estratégica a largo plazo, aprovechar las oportunidades presentadas por las crisis, una ejecución audaz de reformas y mensajes positivos centrados en los beneficios del cambio.
Transformar una ciudad arraigada en la cultura centrada en el automóvil no es una tarea fácil. Pero el viaje de Bruselas ofrece esperanza. Muestra que con un compromiso constante, una planificación estratégica y una formulación de políticas receptiva, es posible crear una ciudad donde caminar, andar en bicicleta y usar el transporte público sean tan convenientes, si no más, que el uso de automóviles privados.
Además, es crucial mantener el diálogo abierto e involucrar a los ciudadanos en el proceso de cambio. El cambio puede ser inquietante y algunos residentes en Bruselas han expresado preocupaciones sobre la reducción de la accesibilidad y la pérdida de espacios de estacionamiento. Pero, ante estos desafíos, Bruselas ha persistido abordando los problemas a medida que surgen y manteniendo la visión de una ciudad más saludable y habitable.
Bruselas ha demostrado que la planificación urbana puede tener una influencia significativa en las elecciones de transporte de sus residentes. Al priorizar zonas peatonales, introducir infraestructura exclusiva para ciclismo y mejorar los sistemas de transporte público, Bruselas ha reducido con éxito su dependencia de los automóviles. En el proceso, la ciudad ha experimentado una serie de otros beneficios, como aire más limpio, calles más tranquilas y espacios públicos más vibrantes.
Pero quizá la lección más significativa de la experiencia de Bruselas es que el cambio es posible, incluso, ante tradiciones arraigadas y desafíos infraestructurales. Otras ciudades, sin importar su tamaño o ubicación, pueden inspirarse en la transformación de Bruselas y trabajar para crear sus propios modelos de movilidad urbana sostenible. El camino puede ser largo y lleno de desafíos, pero el resultado, una ciudad más verde, saludable y habitable, sin duda vale la pena el viaje.